Nadie oía el reclamo, y a todos les parecía importar muy poco.
Ante la falta de gestión, la soberbia y el abandono del pueblo —como un pedazo de papel—, los vecinos alzaron la voz con un reclamo muy fuerte; incluso se conformó un circuito vecinal en el barrio Las Bardas.
Tímidamente van apareciendo trabajos en la obra que, cuando se la recorre, se interpreta que lejos está ese cuarenta por ciento que dicen faltar.
Alcantarillas y canales destrozados, falta de iluminación: un sinfín de ítems que hacen de la zona un lugar complejo en materia de seguridad vial.
Surge una pregunta: ¿Por qué ahora sí se puede?
Muestra a las claras el desprecio hacia los demás por parte de las autoridades, que al momento de las elecciones intentarán ser simpáticas, aunque la gente ya las descarta.
Un capítulo más de una novela que no encuentra final feliz.
Un gobierno provincial y local que están totalmente ausentes, que se acercan a las personas del mismo color político que ellos y a los actos que les hacen sentirse bien, pero que toman distancia del pueblo y de la verdad.